La andadura de Shakespeare como dramaturgo empezó tras su traslado a Londres, donde rápidamente adquirió fama y popularidad en su trabajo para la compañía Chaberlain’s Men, más tarde conocida como King’s Men, propietaria de dos teatros, The Globe y Blackfriars. También representó, con éxito, en la corte. Sus inicios fueron, sin embargo, humildes, y según las fuentes trabajó en los más variados oficios, si bien parece razonable suponer que estuvo desde el principio relacionado con el teatro, puesto que antes de consagrarse como autor se le conocía ya como actor.
A partir de 1600, Shakespeare publica las grandes
tragedias y las llamadas «comedias oscuras». Los grandes temas son
tratados en las obras de este período con los acentos más ambiciosos, y
sin embargo lo trágico surge siempre del detalle realista o del
penetrante tratamiento psicológico del personaje, que induce al
espectador a identificarse con él: así, Hamlet refleja la incapacidad de actuar ante el dilema moral entre venganza y perdón; Otelo, la crueldad gratuita de los celos; y Macbeth, la cruel tentación del poder.
En
sus últimas obras, a partir de 1608, cambia de registro y entra en el
género de la tragicomedia, a menudo con un final feliz en el que se
entrevé la posibilidad de la reconciliación, como sucede en Pericles.
Shakespeare publicó en vida tan sólo 16 de las obras que se le
atribuyen; por ello, algunas de ellas posiblemente se hubieran perdido
de no publicarse (pocos años después de la muerte del poeta) el Folio, volumen recopilatorio que serviría de base para todas las ediciones posteriores.
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